Educación canina en positivo

Cuando se educa a una mascota, sabes que educar desde el castigo, esa forma de adiestramiento canino que se usaba hace años donde se trataba de corregir al animal utilizando un refuerzo negativo y no el positivo, no ha sido nunca la mejor forma de hacerlo ya que el animal puede no entender y pensar que se le castiga por algo que él puede suponer que está bien.

Es por eso que, en el caso de la educación canina, se tienen mejores resultados de los perros si hay un adiestramiento del perro de una manera positiva, reforzando lo que hace bien y obviando aquello que hace mal, es decir, sin hacerle caso o, en casos puntuales, corrigiéndole con una orden tranquila, sin gritos, pero severa, para que entienda que ese tipo de comportamiento no es el que queremos en él.

En este caso la educación canina en positivo no solo está recomendada por los adiestradores caninos con más experiencia y profesionalidad sino que también está certificada científicamente a nivel mundial en distintos sectores relacionados con los perros (psicología canina, etología canina, biología canina, etc.) como una de las más beneficiosas tanto para el perro como para los dueños. El objetivo que tiene es el de que el animal aprenda sin que haya una presión por parte ni del adiestrador ni del dueño, siempre con un refuerzo positivo (es decir, si el animal hace algo que está bien hecho, se le da un premio por ello mientras que, si no lo hace bien, no hay ningún tipo de premio).

El adiestramiento canino le enseña así al perro que, si quiere un premio (que no tiene por qué ser siempre comida sino también una caricia, un abrazo, etc.) tiene que hacer aquello que le estamos pidiendo y, si no lo hace, se encontrará con la indiferencia o la no atención.

Beneficios de la educación canina en positivo

Este tipo de adiestramiento del perro en positivo consigue muchos más resultados que otro tipo de adiestramiento además de ser mucho más rápido de asimilar por el perro (y sin que éste tenga frustración o miedo por fallar).

Además, consigue que el animal tenga una confianza tanto en el adiestrador canino como en el dueño porque, al evitar el miedo del castigo, sabe que si lo hace bien disfrutará de la compañía de la persona con la que vive.

El perro aprende casi jugando, para él empieza todo como un juego que después, conforme va creciendo y asimilando los conocimientos, va interiorizándolas sin que sea necesario un premio o un refuerzo positivo (aunque es recomendable darle de vez en cuando).

En el caso del dueño también se producen una serie de beneficios importantes, quizás el mayor la seguridad en sí mismo al saber que el perro va a obedecerle aunque, para ello, es necesario que se tenga paciencia y no se tire la toalla nunca. Hay perros que pueden tardar más que otros, eso los propios adiestradores de perros saben que puede ocurrir pero todos ellos aprenden, lo que se necesita es confiar en el perro para que sea capaz de lograr aprender sin presionarlo o frustrarse porque no lo haga a la primera, o a la décima. 



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