rafa-serra-publicistaLa otra noche mi amigo Nacho me pedía que le escribiese una líneas para “darle un poco de marcha” al blog de Mimomimascota. Desde que empecé en esto de la publicidad –ese noble arte de volar puentes como diría Donald Draper- hace casi 12 años, apenas me he cogido el abierto el Word, más que para un copy largo o una descripción graciosa de una marca poco graciosa. Así que no sé si acertaré a dar vidilla a un blog del mundo de las mascotas, que son en todo caso, más interesantes y animosas que yo. 

 

En cualquier caso, reconozco la propuesta con gran agrado por que Nacho sabe de mi pasión por los animalitos, en especial los canes y la profunda huella que han dejado en mi algunas de mis mascotas a lo largo de mis recién cumplidos 40 años.

Es esa, pues, una de mis pasiones confesas, que he compartido con la música, el cine y últimamente el buen comer y beber, síntoma inequívoco de que me hago mayor.

Y hablando de cine, oí decir a alguien que así como en el cine o el teatro, los niños y los ancianos son dos de los elementos potencialmente más terroríficos que podían verse; los perros por el contrario ofrecían sonrisas a raudales y empatía garantizada con el espectador. Y obviando algunas muestras de canes espeluznantes como los lobos de La Profecía o el perro asesino de Cujo, nuestros recuerdos siempre están asociados a momentos entrañables y de risa fácil.

No me entretendré en citar algunos ejemplos de perros entrañables (en la mente de todos), sino en destacar uno que me marcó por mucho tiempo e hizo que escogiera una raza favorita para el resto de mis días, que siempre me recordará esa película que tanto me gustó cuando la vi hace muchos años.

el perro de mi tio

Se trata de Mi Tío, obra inmortal del gran Jacques Tati, que para quien no lo conozca es algo así como el Paco Martínez Soria y Ozores (padre) nuestros pero en galo, de gestos mímicos y seguidor de la escuela de Chaplin, pero adaptado al  costumbrismo francés y con una fama que traspasó fronteras, a pesar de que sólo dirigiera e interpretara media docena de films.

En Mi Tío (1958), su personaje (su Charlot, para que nos entendamos) llamado Monsieur Hulot es un campechano y bonachón tío de un niño que vive en un entorno ultra sofisticado y moderno carente de espontaneidad, diversión, y frescura, con unos padres que no hablan con él y un perro salchicha que no acaba de encajar entre botones, puertas elevadoras y árboles de plástico.

En éstas aparece el Tío Hulot a cuidar al pequeño y como es lógico, perro y niño acaban abrazando un tipo de vida más anárquica, improvisada y sonriente.

El perro familiar, un teckel de pelo corto, acostumbrado a un entorno ultra-sofisticado, plastificado, enfrascado en un vestidito de cuadros, se ve, por obra y gracia del ácrata tío Hulot, compartiendo andanzas perrunas con perros arrabaleros, de suburbio parisino, que no respetan farolas, ni barrenderos, ni restos de comida, ni cubo de basura que se precie. Algo parecido a la historia de la entrañable Los Aristogatos, pero con un realismo más entrañable, cotidiano y simpaticón.

En definitiva, la explicación de la felicidad de un perro urbano que siempre elegirá las calles abiertas y sucias, la compañía de otros canes sin pedigrí y la libertad de los solares, los callejones y los parques sin acotar.

el perro de mi tio

Mi infancia no fue como la del sobrino del Tío Hulot, pero sin duda no hubiera desechado darme una vuelta por los suburbios de París, subido a una bici destartalada, delante de una manada de perros revoltosos y zarrapastrosos, irreverentes y divertidos.

Lo que sí me quedó después de ver esta película fue admiración por el talento de este artista francés y sobre todo, una devoción incondicional por esta raza canina, el Teckel Daschund de pelo corto, el perro de Mi Tío.

 

Rafa Serra.



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